Un año más el curso de EMILE 2019-2020: Créer des activités et des contenus pédagogiques à partir de ressources multimedia fue un éxito total.
El jueves 14 de noviembre 18 profesores disfrutaron y aprendieron distintos recursos para poder llevar a cabo en sus clases.
Dicho curso semi-presencial siempre ha sido un referente en el profesorado de secciones bilingües de francés, tanto en primaria como en secundaria y una de las grandes apuestas del CFPI.
Un año mas el curso ha sido impartido por la experta en EMILE Audrey Marcouiller todo un referente en dicha materia. Además, este año hemos vuelto a contar con la presencia de EVA ÁLVAREZ DE EULATE como profesora honorífica, quién ha aportado una gran experiencia como directora del centro IES LEOPOLDO CANO y más siendo durante un tiempo centro BACHIBAC por lo que hemos vivido una experiencia de primera mano.
Durante la jornada presencial de carácter teórico-práctico AUDREY MARCOUILLER plateó a los docentes de los diferentes centros actividades, haciéndoles partícipes y siendo ellos mismo quienes las crearan, exponiéndolas más tarde a sus compañeros, teniendo la oportunidad de intercambiarlas y argumentarlas.
Una de las grandes virtudes del curso de EMILE es trabajar en equipo en el que todo se comprarte y se difunde centrándose este año en la búsqueda de ideas y recursos para la clase en las redes sociales a través de (PINTEREST- FACEBOOK-SCOOP IT- TWITTER).
El uso de los dispositivos móviles siempre ha sido una constante y este año no iba a ser menos con aplicaciones como (SOCRATIVE_MENTIMETER_KAHOOT y LEARNINGSAPP)
También se hizo hincapié en aplicaciones sencillas para crear actividades como GENIALLY / LEARNINGSAPP/ EDPUZZLE / H5P/ SLIDE / FLIPPITY / QUIZLET/ ADOBE SPARK compartir actividades e ideas útiles con las TIC entre los profesores para la clase.
Este año también hemos trabajado la realización de presentaciones sencillas para crear interactividad y dinamizar la clase con CANVA
Una vez acabada la sesión presencial, el curso de EMILE tendrá continuidad a través del aula Virtual creada para tal efecto donde los profesores harán diferentes actividades pudiendo compartir sus impresiones y recursos en dicho espacio virtual.
interesante
Cómo proteger de forma eficaz las estructuras metálicas frente al fuego sin caer en lugares comunes
¡Basta ya! No se puede edificar un discurso con clichés, como no se puede levantar un edificio sobre arena. Hoy hablamos claro: de cómo proteger eficazmente las estructuras metálicas contra el fuego, sin retórica vacía, sin muletillas, y con una verdad rotunda como el acero bien tratado.
Porque si algo hemos aprendido a lo largo de los años —y con incendios que lo han demostrado con toda su crudeza— es que el acero, cuando se calienta, pierde las formas. Y con él, la integridad de todo un edificio. Por eso es vital actuar antes. Mucho antes.
El fuego no espera. Se cuela por los rincones y hace de las suyas en minutos. Es aquí donde entra en juego un concepto que todo profesional de la edificación debería tatuarse en la frente: la resistencia al fuego.
Esta resistencia, medida en minutos (R30, R60, R90, etc.), es la capacidad que tiene una estructura de mantener su función portante bajo la embestida del calor. No estamos hablando de una pintura cualquiera o de una capa decorativa. Estamos hablando de minutos que separan la vida de la tragedia.
Pues que si usted tiene un edificio con una altura inferior a los 15 metros, lo razonable —y normativamente obligatorio en muchos casos— es que tenga una resistencia mínima R60. Eso significa que la estructura debe aguantar al menos 60 minutos sin venirse abajo cuando las llamas se desatan.
Si su edificio es más alto o tiene una ocupación más intensa, hablamos ya de R90, R120, hasta llegar al sagrado R180 que se exige en construcciones especiales, hospitales, parkings robotizados y demás entramados donde la evacuación es más complicada y el margen de error, nulo.
Y es que aquí llegamos al meollo de la cuestión. Porque, si usted no ha escuchado la palabra ignifugar en boca de su arquitecto o técnico de prevención, huya. Porque ignifugar una estructura metálica no es una opción; es una obligación moral, técnica y normativa. Es el paso necesario para que las vigas no se comporten como plastilina al calor.
El mortero ignífugo es como ese abrigo que su madre le ponía en invierno aunque usted protestara. Pesado, sí. Incómodo, puede. Pero eficaz. Se aplica —ya sea de forma manual o mecánica— sobre las estructuras metálicas a proteger. Primero se coloca una malla, para garantizar que el mortero se adhiera como debe, y luego se aplica esta mezcla compuesta de vermiculita y perlita, dos minerales ligeros pero tremendamente resistentes al calor.
Y aquí está el truco: dependiendo del grosor con el que se aplique, la resistencia al fuego aumenta proporcionalmente. De ahí que el ignifugado de estructuras metálicas mediante este método sea uno de los más fiables y utilizados en el mundo real de la construcción (y no “en el contexto de”).
Aplicación versátil y sencilla.
Elevado aislamiento térmico.
Materiales no tóxicos al reaccionar con el fuego.
Aplicación húmeda, lo que puede generar retracciones.
Posible deterioro con el tiempo en zonas expuestas.
Pero no hay nada perfecto. Y a pesar de ello, si usted se toma en serio su edificio, su inversión o, más importante aún, la vida de quienes lo habitan, ignifugar con mortero sigue siendo una de las soluciones más efectivas.
Ahora bien, si estamos hablando con rigor —como se debe—, conviene hablar con propiedad. Lo que aquí nos ocupa no es otra cosa que la ignifugacion estructura metalica en toda su extensión. Proteger desde la viga hasta el último tornillo. Evaluar espesores, factores de forma, y aplicar con criterio técnico. Y si el técnico duda, cambie de técnico. Así de claro.
Si el mortero es el abrigo grueso, la pintura intumescente es como esa camisa técnica que absorbe el sudor pero parece de lino. Se aplica en capas delgadas, casi invisibles, pero al contacto con el fuego se transforma. Se hincha, forma una espuma protectora que impide que el calor llegue al metal. Un airbag, sí, como el del coche. Pero que salva estructuras.
Puede aplicarse con rodillo, brocha o pistola. Secado rápido. Color blanco, pero admite esmaltes encima. ¿Lo mejor? Que no pesa, no agrieta, y no daña visualmente la estructura. Una opción ideal para espacios donde el diseño importa tanto como la seguridad.
Pero atención: no todas las pinturas valen. La certificación, los ensayos, el respaldo técnico… todo eso debe estar presente. Porque de nuevo: hablamos de fuego. De vidas. De futuro.
Para los más exigentes, hay un nombre que se repite en los círculos de quienes saben: PERLIFOC. Un mortero ignífugo con todas las garantías. Velocidad de reacción A1, conforme a la normativa UNE, y con una resistencia al fuego de hasta R180.
Este sistema no sólo protege, sino que ofrece un rendimiento técnico, económico y estético difícil de igualar. Ideal para ignifugado de estructuras metálicas, PERLIFOC permite adaptarse a cualquier geometría y situación estructural. Y si se acompaña de imprimación anticorrosiva, mejor todavía.
Porque no todo son vigas. También hay cables, juntas, pasos de instalaciones... Para ello existen las espumas intumescentes, las masillas ignífugas, los selladores técnicos. Cada centímetro sin proteger es un riesgo. Y si se puede evitar, no hacerlo es una irresponsabilidad.
Ignifugue. Porque cuando el fuego llega, lo único que queda entre usted y la catástrofe es lo que haya hecho antes. El método da igual si está bien aplicado. Pero lo que no se puede hacer es improvisar. Y menos aún, hablar con frases huecas como “en el contexto de la seguridad” mientras la estructura cruje por dentro. La seguridad no se predica: se ejecuta. Con precisión. Con criterio. Con cabeza.
Hay elementos que forman parte del decorado, que uno da por hecho que están ahí porque toca. Pero hay otros cuya presencia, silenciosa, puede marcar la diferencia entre una anécdota y una tragedia. El extintor pertenece a esta segunda categoría. Y no basta con que esté colgado en la pared o dentro de un armario señalizado: si no funciona, no sirve de nada. O peor aún, genera una falsa sensación de seguridad.
La revisión de extintores es uno de esos asuntos que muchos postergan, como la ITV del coche o cambiar la pila del detector de humo. Pero en este caso, las consecuencias pueden ser tan devastadoras como evitables. Porque un extintor no revisado no solo incumple la normativa, también pone en riesgo vidas humanas. Y, por supuesto, acarrea sanciones económicas que pueden arruinar a una empresa o autónomo.
Un extintor es un artefacto sencillo en apariencia, pero sofisticado en su funcionamiento. Está diseñado para actuar con eficacia en los primeros instantes de un fuego, esos segundos en los que todo está en juego. Por eso, su correcto estado no es negociable: es vital.
El Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), actualizado por el Real Decreto 513/2017, establece con claridad las obligaciones de mantenimiento de estos equipos. No se trata de una recomendación: es una exigencia legal. Y para cumplirla, es necesario conocer los distintos niveles de revisión.
De hecho, según este reglamento, los extintores deben someterse a controles periódicos que aseguren su operatividad. Uno de los mayores errores es pensar que, si no se usan, no se estropean. Nada más lejos de la realidad.
De ahí que conviene saber cuándo y cómo hacer las revisiones. Pero también es esencial contar con un buen extintor de calidad desde el principio. Porque no todos son iguales ni ofrecen las mismas garantías.
La normativa española distingue tres tipos de revisiones, en función de su frecuencia y profundidad:
Además, cada extintor tiene una vida útil máxima de 20 años, siempre que se cumplan todos los mantenimientos estipulados. Si no, ese plazo se reduce significativamente. La caducidad, por tanto, no es solo una cuestión de fecha, sino de control efectivo.
No olvidemos que el mantenimiento de extintores no solo sirve para evitar sanciones, sino para asegurar que el equipo actúe correctamente cuando más lo necesitamos.
Uno podría pensar que, en el peor de los casos, una revisión olvidada se salda con una advertencia o una pequeña multa. La realidad es muy distinta. El marco sancionador del RIPCI contempla tres niveles de infracción:
El criterio sancionador tiene en cuenta factores como la gravedad del riesgo, la capacidad económica del infractor y si hay daños materiales o personales asociados al incumplimiento. En resumen: jugar con fuego, nunca mejor dicho, puede salir extremadamente caro.
Y para quien desee profundizar en los criterios técnicos, novedades legislativas o noticias relevantes, siempre es útil consultar un buen blog de protección contra incendios actualizado por expertos.
Un extintor fuera de servicio debe retirarse de inmediato y ser sustituido. Pero cuidado: no se trata de tirarlo a un contenedor. Esto puede generar riesgos medioambientales y, nuevamente, sanciones administrativas.
La gestión correcta incluye:
Aunque algunas inspecciones pueden realizarlas los propios responsables de un local, las más importantes requieren equipos certificados que dispongan de herramientas, formación y permisos específicos.
Una empresa homologada no solo revisa el extintor, sino que ofrece:
En un entorno donde cada vez más se exige responsabilidad a las empresas en materia de seguridad, dejar esta tarea en manos de aficionados o improvisados no es una opción viable.
En España, aún cuesta interiorizar que la prevención es más efectiva —y barata— que la reacción. Y, sin embargo, cada año los bomberos atienden miles de intervenciones que podrían haberse resuelto con un extintor en buen estado, utilizado a tiempo.
Cumplir con la normativa no es solo evitar sanciones, sino proteger empleados, clientes, instalaciones y reputación. Porque un incendio no solo quema estructuras: también consume oportunidades, contratos, confianza.
Por eso, insistimos: revisar los extintores es una inversión en seguridad y tranquilidad. Quienes lo entienden y actúan en consecuencia, no solo cumplen con la ley. También duermen más tranquilos.