A lo largo de la historia muchas han sido las situaciones en las que las personas han dado lo mejor de sí ante situaciones difíciles y complicadas.
Y desde el punto de vista educativo esta vez no iba a ser menos. Esta situación completamente nueva para todos nos ha dado la oportunidad de ver de qué pasta estamos hecho los educadores y formadores.
A pesar de estar trabajando mucho con las nuevas tecnologías en nuestro hábitat natural (la escuela) muchas veces las opciones en los hogares no han sido igual de factibles que en el centro escolar y esto ha supuesto un reto para los maestros de infantil, primaria, secundaria y bachiller.
Ante los primeros días de shock, la maquinaria educativa se puso a trabajar y a colaborar entre unos y otros.
Es realmente emocionante cuando haces un llamamiento a los docentes, de cara a poder compartir diferentes recursos o aplicaciones que puedan servir a otros compañeros ante esta difícil situación.
Quién nos iba a decir que ante tal llamamiento recibiríamos una respuesta tan abrumadora… ¿Qué necesitáis? ¿En qué puedo ayudar? ¿Qué podemos hacer? Cuantos compañeros les ha faltado tiempo para compartir sus ideas, sus vídeos, sus recursos, sus experiencias…podríamos decir en términos militares que pedimos ayuda y vinieron los marines.
Desde el CFPI teníamos muy claro que ahora más que nunca la formación a distancia iba a ser más que necesaria que nunca, no solo era la formación académica, era tratar de ayudar, de apoyar, de seguir con una cierta normalidad, de ofrecer y tender una mano a todos aquellos docentes que se habían vistos desbordados por este estado.
La generosidad entre compañeros más duchos en las nuevas tecnologías, compartiendo y ayudando a colegas menos hábiles en estos menesteres ha sido una constante a lo largo de estos días.
El uso de nuevas plataformas, páginas web, aplicaciones educativas y recursos han hecho que más de uno haya tenido que aprender a marchas forzadas y a contrarreloj.
Un esfuerzo titánico realizado por toda la comunidad educativa para apoyar, ayudar y continuar avanzando con el estudio diario de nuestros alumnos, tratando de dar un soporte indispensable y siendo conscientes de las dificultades de cada uno.
Jornadas con horarios maratonianos, tratando de llegar a todos los hogares y aprendiendo hacer tutoriales, para tratar de hacer más accesible las clases a los alumnos.
En poco tiempo nos hemos tenido que transformar. Proyectos, actividades y cursos que estaban pensadas para desarrollarse Face to Face se cambiaron por un Screen to Screen.
Todo esto suponía un gran reto para toda la red de formación y que bien creo hemos estado a la altura demandada.

Desde el primer día surgió un brainstorming que hemos tratado de llevar a cabo …se ha creado un canal educativo con diversos vídeos de docentes de infantil, canales educativos privados de maestros de primaria y secundaria a través del CFPI con diferentes temáticas.
Se han subido un gran número de recursos al CROL para que pueden ser usados por el profesorado de la Comunidad Autónoma, así como una gran difusión vía Twitter con la idea de….No teachers left behind
También se ha creado el canal de you tube de vídeos educativos hechos por docentes de CyL para docentes, alumnos y familias en la etapa de enseñanza online por el COVID 19.
https://www.youtube.com/channel/UCpQdrg3IqFpZSKXJQ9Nbitw
Se ha colaborado con la televisión de CyL a través de vídeos educativos para tratar de apoyar el estudio desde los hogares.
A través de la plataforma de la educacyl usando Teams se han desarrollado una serie de encuentros virtuales entre profesorado entre los que destacamos:
El reto de la enseñanza online de idiomas en Educación Secundaria con 225 profesores de idiomas de las 9 provincias.

El reto de la enseñanza online de idiomas en Educación Primaria con 242 profesores de idiomas. Siempre bajo el lema de aprender, innova y comparte.
Suponiendo un desafío para el CFPI puesto que era la primera vez que se hacía un encuentro virtual con más de 200 profesores a la vez tanto para primaria como secundaria.

Hemos tenido diferentes proyectos que se han tenido que finalizar a través de esta forma, y aunque no es lo mismo, puesto que nos hubiese gustado realizarlo de forma presencial, sí que tuvo una magnifica aceptación por parte de los participantes.

Teniendo como colofón diferentes jornadas en la que los distintos centros participantes de los proyectos PLC, La ruta de los ingleses, El proyecto Mentor–Actua y los centros de alemán participantes en el proyecto OA SCHOOL4SCHOOL compartieron sus experiencias realizadas y las que faltaban por llevar a cabo.

Una vez más podemos sentirnos orgullosos del trabajo desarrollado por todos los docentes de la Comunidad Autónoma de Castilla y León.
En el mundo de la ganadería de reses bravas, la tradición, la cultura y el valor económico convergen en explotaciones que son auténticos símbolos de identidad española. Sin embargo, más allá de su valor histórico y social, hoy más que nunca, la protección contra incendios se erige como un factor crítico que asegura la supervivencia de estas fincas y la seguridad de su ganado. La singularidad de estos espacios rurales, a menudo localizados en dehesas y terrenos de alto valor ecológico, convierte cualquier riesgo de fuego en una amenaza directa, no solo para los animales, sino también para el ecosistema y la propia identidad cultural.
La importancia de la protección contra incendios en ganaderías de reses bravas no puede subestimarse. Para comprenderlo mejor, es recomendable visitar explotaciones que han integrado con éxito sistemas de prevención y control. Una referencia esencial en este ámbito es la ganadería de toros bravos, donde la conjunción de tradición, innovación y rigurosas medidas de seguridad contra incendios ha marcado un estándar en el sector.
Las fincas de reses bravas presentan características que las hacen especialmente vulnerables al fuego. Extensas superficies de pasto, monte bajo y zonas de biomasa seca —como hojas, pastos muertos y matorrales— son un caldo de cultivo potencial para incendios, especialmente durante sequías prolongadas o episodios de altas temperaturas. La protección contra incendios debe, por tanto, abordar todos los niveles: planificación, prevención, control y respuesta.
El entorno rural donde se asientan estas explotaciones exige también una coordinación estrecha con las autoridades y servicios de emergencia locales. Cada hectárea de dehesa controlada, cada barrera natural y cada sistema automatizado puede significar la diferencia entre un incendio controlado y un desastre que afecte tanto a la fauna como al patrimonio cultural.
El control del combustible vegetal es la primera línea de defensa frente a incendios. En una ganadería de reses bravas, la acumulación de biomasa seca aumenta exponencialmente la probabilidad de ignición y propagación del fuego. La aplicación de técnicas de reducción de vegetación, combinada con un pastoreo estratégico, permite que los propios animales contribuyan a mantener la carga vegetal en niveles seguros.
Asimismo, las tareas de desbroce, limpieza de pastos y aplicación de herbicidas ecológicos en zonas críticas son imprescindibles. Estas acciones, junto con una vigilancia constante, garantizan que las fincas sean menos inflamables y que la propagación de un incendio potencial pueda ser contenida. Un ejemplo paradigmático de estas prácticas se puede encontrar en la casa rural cerca de Sevilla, que combina tradición ganadera y tecnologías de prevención avanzadas, mostrando cómo la innovación y la seguridad pueden coexistir en perfecta armonía.
Los cortafuegos, tanto naturales como artificiales, son barreras estratégicas que detienen la propagación de llamas hacia zonas críticas. Estas áreas despejadas o con vegetación controlada funcionan como escudos que protegen al ganado, las instalaciones y el entorno natural. Su correcta planificación es fundamental para la seguridad integral de la explotación.
La incorporación de sistemas automáticos de riego y humidificación añade una capa adicional de protección. Estos sistemas se activan ante señales tempranas de incendio, humedeciendo los terrenos estratégicos y reduciendo la inflamabilidad. La experiencia reciente de incendios en zonas rurales evidencia que estos mecanismos no solo previenen, sino que también facilitan la intervención rápida y efectiva de los equipos de emergencia.
Dentro de las instalaciones, la protección contra incendios requiere un enfoque meticuloso. Inspecciones periódicas de sistemas eléctricos, maquinaria agrícola y depósitos de combustibles son esenciales para minimizar riesgos. Una chispa accidental o un fallo eléctrico pueden desencadenar un incendio con consecuencias devastadoras.
El almacenamiento seguro de materiales inflamables, como heno, paja o carburantes, debe realizarse en áreas ventiladas, alejadas de fuentes de calor, y siguiendo estrictos protocolos de manipulación. La señalización clara y la implementación de procedimientos internos reducen significativamente la posibilidad de incidentes y garantizan una respuesta rápida en caso de emergencia.
El capital humano es un elemento central en la prevención de incendios. Todo el personal debe recibir formación continua sobre identificación de riesgos, manejo de equipos contra incendios y ejecución de planes de evacuación. Simulacros regulares permiten que trabajadores y visitantes adquieran destreza y seguridad frente a posibles incidentes.
Los protocolos deben estar documentados, actualizados y coordinados con los servicios de emergencia locales. Esta coordinación optimiza los tiempos de respuesta y asegura que, en caso de un incendio, las acciones sean precisas, eficaces y seguras, minimizando daños tanto a las personas como al patrimonio ganadero y natural.
La presencia de equipamiento específico es indispensable en cualquier explotación de reses bravas. Extintores estratégicamente ubicados, mangueras de alta presión, hidrantes accesibles y depósitos con reservas de agua son elementos clave que pueden marcar la diferencia entre un incidente controlado y una catástrofe. Además, mantener una relación estrecha con bomberos y servicios de emergencia permite un acceso rápido, coordinación eficiente y colaboración efectiva en las primeras intervenciones.
Invertir en tecnología y equipamiento no es un gasto, sino una estrategia de seguridad que protege la vida animal, las infraestructuras y el patrimonio cultural. La prevención y la preparación se convierten en aliados indispensables frente a un riesgo que, en zonas rurales de alta biodiversidad y tradición ganadera, es constante.
La protección contra incendios en ganaderías de reses bravas no es únicamente un requisito legal o técnico. Es un compromiso con la historia, con el patrimonio ecológico y con la continuidad de un sector que define la identidad española. Garantizar la seguridad de las explotaciones es, al mismo tiempo, proteger un legado que ha perdurado durante siglos.
La inversión en prevención, formación y tecnología asegura que estas explotaciones puedan seguir siendo un símbolo de orgullo nacional. La seguridad se transforma así en una estrategia de conservación cultural y medioambiental, manteniendo viva una tradición que, al igual que las reses bravas, resiste el paso del tiempo.
La protección contra incendios en la ganadería de reses bravas es una prioridad que combina tradición, innovación y responsabilidad. La planificación rigurosa, la gestión del combustible vegetal, los cortafuegos estratégicos, los sistemas automáticos, la formación del personal y el equipamiento especializado constituyen un entramado de medidas que garantizan seguridad, sostenibilidad y preservación cultural. Mantener viva la historia de la ganadería brava es también mantener vivo un ecosistema, una economía rural y una identidad que define a España.
Vivimos tiempos en los que la protección contra incendios ha dejado de ser una mera obligación normativa para convertirse en una auténtica cuestión de responsabilidad colectiva. En especial, cuando hablamos de colegios, institutos o centros educativos, donde confluyen cientos de personas cada día —alumnos, profesores, personal de mantenimiento—, la prevención se erige como una prioridad irrenunciable. Y en esa tarea, dos aliados se alzan como auténticos protagonistas: los extintores y las Bocas de Incendio Equipadas (BIES).
Porque más allá de las revisiones periódicas o de los carteles de “Prohibido fumar”, lo que realmente marca la diferencia entre una evacuación controlada y una tragedia es la presencia, el mantenimiento y el uso correcto de los equipos contra incendios. El fuego no da avisos, pero sí concede oportunidades a quienes saben prepararse.
Imaginemos por un instante un aula de ciencias en pleno experimento, o un taller de tecnología con maquinaria eléctrica. En segundos, una chispa o un cortocircuito puede transformarse en una columna de humo. Es en ese preciso instante cuando un extintor operativo o una BIE correctamente instalada pueden evitar una desgracia. No se trata de dramatizar: se trata de entender que la seguridad es una cadena donde cada eslabón —formación, mantenimiento, señalización, equipos— cuenta.
Por eso, los expertos en prevención insistimos tanto en la necesidad de contar con bocas de incendios equipadas en zonas estratégicas: pasillos, gimnasios, laboratorios o cocinas escolares. Son la reserva de agua que puede marcar la diferencia en los primeros minutos de un incendio. Las BIES, junto a los extintores, conforman ese binomio imprescindible que garantiza que el fuego no avance antes de la llegada de los bomberos.
Los extintores son, probablemente, el dispositivo más reconocible en cualquier instalación. Pero su eficacia no depende de su simple presencia, sino del tipo, la ubicación y el mantenimiento. En un colegio o instituto, los extintores de polvo ABC son los más versátiles, pues sirven para apagar fuegos de materiales sólidos (madera, papel, tela), líquidos inflamables (gasolina, aceites) y gases.
En laboratorios o aulas con equipamiento eléctrico, el uso de un extintor de CO₂ evita daños por conductividad y no deja residuos. Y, en zonas de cocina, donde la grasa y el aceite son enemigos comunes, los extintores de clase F resultan imprescindibles.
La normativa actual exige que cada planta de un edificio educativo cuente con un número determinado de extintores visibles, accesibles y revisados anualmente. Pero más allá de la ley, hay una verdad práctica: un extintor es inútil si nadie sabe cómo usarlo. Por eso, formar al personal docente y de mantenimiento en su manejo básico es una inversión que salva vidas.
Las Bocas de Incendio Equipadas (BIES) no son simples cajas rojas empotradas en la pared. Son sistemas conectados a la red de agua del edificio, diseñados para suministrar caudal constante a través de una manguera que puede ser utilizada por personal entrenado o por los bomberos en caso de emergencia. Su función es mantener el control del incendio antes de que se propague.
Disponer de extintores adecuados es fundamental, pero si el fuego avanza o su magnitud supera las capacidades de los equipos portátiles, las BIES se convierten en el siguiente paso lógico. Cada segundo cuenta, y el acceso inmediato a una fuente de agua constante puede evitar pérdidas irreparables.
La protección contra incendios en los centros educativos no solo se basa en la instalación de equipos. Se trata también de inculcar una cultura preventiva. Los simulacros de evacuación, la identificación de salidas de emergencia o la señalización de las zonas seguras forman parte de una pedagogía de la seguridad que debe enseñarse desde la infancia.
Un colegio seguro es aquel en el que los alumnos saben que, si algo ocurre, hay un plan, hay herramientas y hay calma. Porque la seguridad también se ensaya. Y en ese aprendizaje, reconocer un extintor o saber qué es una BIE forma parte de una educación cívica moderna y responsable.
La formación del personal es esencial. No basta con instalar equipos homologados; es necesario que los docentes, conserjes y responsables de mantenimiento sepan cómo actuar. Además, los mantenimientos periódicos —revisión de presión, limpieza de boquillas, sustitución de componentes desgastados— aseguran que, llegado el momento, el sistema responda.
Según el Reglamento de instalaciones de protección contra incendios (RD 513/2017), tanto extintores como BIES deben someterse a revisiones trimestrales y anuales por empresas autorizadas. El objetivo: garantizar que el dispositivo esté siempre operativo y en condiciones de uso inmediato.
Un centro educativo moderno debe concebir su seguridad como un sistema integral. Desde los detectores de humo hasta los pulsadores de alarma, todo está interconectado. Y en el corazón de ese entramado están los equipos manuales: extintores y BIES. Sin ellos, el resto del sistema pierde eficacia.
Además, las áreas de cocina, los talleres o los laboratorios requieren medidas adicionales. En esos entornos, la combinación de sistemas automáticos de extinción (como rociadores o mantas ignífugas) con los equipos manuales garantiza una respuesta más rápida. Por eso, en muchos centros, el mantenimiento de la protección contra incendios es gestionado por empresas especializadas que certifican cada revisión.
En un instituto de Andalucía, un cortocircuito en un cuadro eléctrico del aula de informática provocó humo denso y llamas incipientes. El profesor, formado en seguridad, utilizó el extintor de CO₂ y controló el fuego antes de la llegada de los servicios de emergencia. El resultado: cero heridos y daños mínimos. En otro caso, una fuga de gas en la cocina de un colegio madrileño activó el protocolo de evacuación y permitió que el personal utilizara una BIE para enfriar la zona mientras llegaban los bomberos. La instalación, gracias a la presión constante del sistema, evitó que el incendio se propagara al comedor.
Estos ejemplos demuestran que los dispositivos no son un adorno ni un trámite. Son, literalmente, la línea que separa la alarma controlada del caos.
Educar sobre la prevención de incendios es enseñar a respetar la vida. Cada simulacro, cada charla sobre seguridad, cada cartel de “Salida de emergencia” es una lección de civismo. La seguridad se aprende, se transmite y se ejerce. Y cuando esa conciencia se arraiga, los extintores dejan de ser objetos rojos en la pared para convertirse en símbolos de protección colectiva.
Así que, los extintores y las BIES son los guardianes silenciosos de nuestros colegios e institutos. No hablan, no se mueven, pero están ahí, vigilando desde la discreción de un rincón o una pared. Representan el compromiso de una comunidad educativa con la seguridad, el sentido común y la vida.
Porque en la educación, como en la prevención, no hay improvisaciones: solo responsabilidad, formación y constancia. Y en esa ecuación, los extintores y las BIES seguirán siendo, por muchos años, los mejores aliados frente al fuego.
En un mundo donde la prevención salva vidas, conocer, mantener y respetar estos equipos es una lección que ningún colegio debería olvidar.