Más que dar información, un profesor tienen que ayudar a sus alumnos a pensar e ir incluso más allá y ayudar a modelar su propio carácter. Dar información es fácil. Formar una mente capaz de pensar por sí misma es difícil… Dar información es solo el principio de la responsabilidad d un docente. El fin es estimular, incitar, motivar, elevar, desafiar, inspirar.
Bruce R. Clark[1]
La apuesta de la educación por la preparación de ciudadanos responsables, con espíritu crítico que les permita tomar decisiones, hace del pensamiento eficaz una estrategia necesaria. Robert Swartz y Arthur Costa, junto a otros autores, llevan más de veinte años defendiendo la necesidad de desarrollar el aprendizaje basado en el pensamiento, ya que sirve al alumnado para razonar, tomar decisiones y construir su propio aprendizaje a través del currículo.
En su libro El aprendizaje basado en el pensamiento, donde se describen numerosos casos prácticos, Swartz et alii proveen al profesorado de una guía práctica para la aplicación del pensamiento al currículo.
Defienden los autores la necesidad de dedicar tiempo específico a la enseñanza de destrezas del pensamiento eficaz pautando claramente las distintas rutinas conducentes al mismo. Para ello hacen uso de distintas herramientas, como los organizadores gráficos y listas de control (con preguntas guía), además de trabajar cooperativamente. Asimismo, insisten en la necesidad de hacer de dicha rutina un hábito, de tal manera que el proceso se automatice.
Una vez entendidas las pautas, estas se aplican al área en que se esté trabajando. Es ahí donde se construye el conocimiento y donde el alumnado se apropia de su propio proceso de aprendizaje, ya que no se ha limitado a memorizar unos contenidos sino que los han afrontado de manera reflexiva.
Combinable con otras metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos, el trabajo colaborativo o el flipped learning, el aprendizaje basado en el pensamiento promueve el aprendizaje activo, dado que sitúa al alumnado en el centro del proceso de aprendizaje. Y es el propio alumnado quien construye el conocimiento, profundo y significativo, fruto de la reflexión profunda.
Pero quizá, lo más relevante es que el aprendizaje basado en el pensamiento trabaja destrezas y habilidades que los alumnos pueden aplicar estas rutinas y estrategias a otros contextos y situaciones, en definitiva, a la vida.