DÍA EUROPEO DE LAS LENGUAS
Escrito por JOSE MARIA BENITO PEREZ, miércoles 6 de septiembre de 2017 , 13:21 hs , en INTERNACIONALIZACIÓN

 

Desde el 26 de septiembre de 2001 se viene celebrando el día euopeo de las lenguas muchos de vosotros podríais pensar que ¿Por qué y para qué? .

Partimos de la idea que la diversidad lingüística es una herramienta para lograr un mayor entendimieno intercultural, permitiendonos disponer  de una herencia cultural como legado y pensando en el futuro de la generaciones venideras en el que conocerán una europa sin fronteras. 

El hecho que día tras días en los centros encontremos alumnos de diversas nacionalidades, supone un enriquecimiento para el centro, sus docentes y discentes.

La necesidad de tener buen nivel educativo en el aprendizaje de una lengua, las diferentes opciones de trabajar, estudiar y convivir en un país de la Unión Europea es una idea que los alumn@s de los centros deberan tener en cuenta en un futuro.

Actualmente es facil encontrar alumnado bilingües o plurilingües con las oportunidades que eso supone como intercambios, posibilidad de realizar cursos en el extranjero, movilidad, etc...lo que nos permite a la vez trabajar el respeto por otras culturas,formas de ser, pensar, vestir, etc...

What is the European day of language?

Teniendo en cuenta la importancia que representa el día europeo de las lenguas las instituciones, colegios  y demás organismos oficiales realizan diferentes actividades para concienciar de la importancia de la multiculturalidad en la que actualmente vivimos. 

A continuación os facilito este link en el que podéis obtener más información del día europeo así como actividades, eventos, materiales y diferentes formas de trabajar este día.

 

 

 

 

 



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  • Karina L. el jueves 31 de julio de 2025, 21:16 hs

    Cuatro personas afectadas por humo en un incendio doméstico en Venta de Baños

    Cuatro personas afectadas por humo en un incendio doméstico en Venta de Baños

    Cuando la sartén se convierte en enemigo y la cocina en trinchera

    Venta de Baños, martes 29 de julio, 21:48 horas. La calle Lope de Vega, de habitual tranquila, se transformó en un escenario donde la urgencia, el humo y el susto convivieron en pocos metros cuadrados. El fuego, tan doméstico como una sartén, se elevó en cuestión de segundos hasta envolver la cocina en llamas. En el interior, cuatro personas —de 22, 30, 34 y 44 años— quedaron atrapadas por la voracidad de un incendio que no pedía permiso para destruir.

    A esa hora, el Servicio de Emergencias 112 de Castilla y León recibía la llamada. Una de tantas que, si no fuera por el dramatismo de su contenido, se perderían en la rutina de las noches. Pero esta vez no: una sartén al fuego descontrolado fue suficiente para poner en jaque la seguridad de toda una vivienda. El aceite, eterno traidor cuando se calienta más de la cuenta, se convirtió en gasolina líquida para una tragedia que se quedó a medio camino gracias a la rápida actuación de los servicios de emergencias.

    Policía Local, Guardia Civil, Bomberos de la Diputación de Palencia y los equipos sanitarios de Sacyl fueron desplegados en minutos. La consigna era clara: rescatar, contener, salvar. Y lo hicieron.

    La delgada línea entre el calor del hogar y el fuego del infierno

    Una cocina, por cotidiana que parezca, es una bomba de relojería si se descuida la vigilancia o si el equipamiento no está a la altura. El fuego se propagó desde la sartén al mobiliario, a los conductos, a la estructura misma del corazón de la vivienda. Los equipos de emergencia actuaron con precisión quirúrgica, localizando a los afectados y controlando las llamas antes de que el incendio se propagase a estancias colindantes.

    Fue aquí donde, una vez más, se evidenció la importancia del sistema de extinción de incendios en campanas extractoras, esas herramientas silenciosas que, si están bien mantenidas y correctamente instaladas, pueden ser la diferencia entre un susto y una catástrofe.

    No es una cuestión baladí. Las campanas extractoras —y su sistema asociado de extinción— deben cumplir unos estándares de seguridad que, lamentablemente, muchas veces se ignoran en viviendas particulares. En cocinas industriales son obligatorias, pero en el hogar se confía demasiado en la suerte. Y la suerte no es un buen sistema de prevención.

    La normativa: ese papel que puede salvar vidas

    Si hablamos de cocina, hablamos de fuego. Y si hablamos de fuego, hablamos de riesgos. Por eso, la normativa extinción campanas de cocina no es un capricho del legislador, sino una necesidad imperiosa. Establece las condiciones técnicas y operativas que deben cumplir estos sistemas para actuar con eficacia ante cualquier conato de incendio.

    Pero… ¿cuántos hogares de Venta de Baños, de Palencia, de toda Castilla y León, conocen esta normativa? ¿Cuántos la aplican? Es más: ¿cuántas comunidades de vecinos revisan sus instalaciones con la periodicidad recomendada?

    El incendio de esta vivienda nos ofrece una respuesta triste pero contundente: muy pocos.

    Fuego, humo y evacuación: una coreografía de segundos

    El incendio, que comenzó en una sartén, terminó afectando por inhalación de humo a los cuatro ocupantes del inmueble. No hubo heridas por quemaduras, pero el humo es silencioso y letal. Satura los pulmones, confunde los sentidos, desorienta a las víctimas. Por eso, la atención médica fue inmediata: dos ambulancias de soporte vital básico y un equipo médico del centro de salud local fueron desplegados sin demora.

    Una mujer, al parecer la más afectada, necesitó asistencia más intensa. El resto pudo recuperarse con oxígeno y supervisión médica. Gracias a la actuación coordinada de los equipos de emergencia, se evitó una tragedia mayor.

    Cuando el humo se disipa, queda el aprendizaje

    Los vecinos de la calle Lope de Vega, en Venta de Baños, dormirán hoy con el recuerdo de las sirenas, el resplandor anaranjado contra los azulejos y los rostros tiznados de los afectados. Pero también con una lección clara: el fuego no avisa, no perdona y no espera. Y cuando llega, no distingue entre cocinas modestas o de revista, entre estufas de gas o vitrocerámicas.

    Este incendio, que pudo haber acabado en tragedia, ha puesto sobre la mesa la necesidad urgente de revisar los sistemas de extinción, la obligación de cumplir con la normativa vigente y el deber moral de proteger nuestras casas como lo que son: refugios que merecen algo más que suerte.

    Porque en estos tiempos de prisas y comidas ultraprocesadas, cuando aún cocinamos con amor, no podemos permitirnos que el calor del hogar se transforme en ceniza.



  • Vivian H. el jueves 7 de agosto de 2025, 19:07 hs

    Una sartén, una humareda y un edificio entero en vilo: lo que nadie quiere contar del incendio evitado en San Luis

    Una sartén, una humareda y un edificio entero en vilo: lo que nadie quiere contar del incendio evitado en San Luis.

    Una sartén olvidada. Así de simple. Así de peligroso. Esta mañana, en el portal 5 del edificio San Luis, en Ceuta, el descuido de alguien que salió de la cocina sin mirar atrás, ha movilizado a Bomberos, Policía Local y ha paralizado, por unos minutos, a todo un barrio.

    En la sexta planta, esa donde los lunes huelen a café y los domingos a estofado, hoy olía a plástico quemado. Y no era casual. El humo, espeso, negro, agobiante, comenzó a colarse por los conductos del edificio como una serpiente que avisa que algo va mal. Y los vecinos, que no son tontos, hicieron lo que había que hacer: llamar al 112, cerrar ventanas y contener la respiración.

    Una intervención rápida, sí. Pero, ¿y si la suerte no hubiera estado del lado de San Luis?

    Tres camiones del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS), dos vehículos pick-up y dos patrullas de la Policía Local fueron necesarios para controlar un incidente que, en papel, no fue nada. Pero en la realidad, fue todo. Porque no hubo llamas, es cierto. Pero la campana extractora sobrecalentada generó tal volumen de humo que el edificio entero pudo haber acabado desalojado.

    Y esto nos lleva al quid de la cuestión. ¿Dónde estaba el sistema de extinción de incendios en campanas extractoras? ¿Dónde están esos mecanismos que deberían activarse cuando la grasa acumulada empieza a arder, cuando el calor se dispara, cuando el peligro ya no es una posibilidad sino una certeza?

    Extinción campanas de cocina: lo que aún no entendemos (y deberíamos)

    El incendio no necesita llamas. Basta el humo, basta el calor, basta la chispa que no se ve. En las cocinas —especialmente las domésticas que no cuentan con la tecnología de los espacios industriales—, la campana extractora es el punto más vulnerable. Es allí donde la grasa se acumula, donde el calor se concentra, y donde el olvido puede convertirse en tragedia.

    Y por eso, desde hace años, existen soluciones eficaces y adaptadas: sistemas de extinción campanas de cocina, diseñados específicamente para detectar un aumento anormal de temperatura y sofocar cualquier conato de incendio antes de que el humo avise.

    Pero seguimos sin instalarlos. Seguimos creyendo que abrir la ventana es suficiente, que un extintor manual colgado en la pared es garantía, que nunca nos va a pasar a nosotros. Hasta que pasa.

    El humo, ese enemigo invisible que también mata

    Muchos creen que lo peor de un incendio son las llamas. Error. El enemigo real, el que no ves venir, el que se mete por cada rendija, es el humo tóxico. En este caso, con olor penetrante a plástico quemado, lo que indica que materiales sintéticos —probablemente de la propia campana o del mobiliario cercano— comenzaron a fundirse.

    Y es entonces cuando un sistema de extinción de incendios en campanas extractoras no es un lujo, sino una barrera de vida o muerte. Porque el tiempo de reacción lo es todo. No basta con detectar el humo cuando ya invade el pasillo. Hay que actuar antes.

    El precio de no prevenir: una comunidad entera a merced del azar

    Lo de San Luis ha quedado en un susto. Uno serio, sí, pero un susto al fin y al cabo. No hubo heridos, no hubo pérdidas materiales graves, no hubo desalojo masivo. Pero la pregunta que flota en el aire como el humo de esta mañana es clara: ¿y si...?

    ¿Y si no hubiera estado en casa el vecino que dio la voz de alarma? ¿Y si el humo se hubiese colado por el sistema eléctrico? ¿Y si el calor hubiese prendido alguna cortina? ¿Y si el sistema de extinción de incendio hubiese existido y evitado todo esto desde el segundo uno?

    No hablamos de ciencia ficción. Hablamos de realidad. De inversión mínima para seguridad máxima. De decisiones que separan una crónica de sucesos de una tragedia nacional.

    ¿Cuántos edificios están hoy expuestos a repetir la historia de San Luis?

    Más de los que pensamos. Porque nadie revisa las campanas extractoras. Porque pocos las limpian a conciencia. Porque muy pocos tienen instalado un sistema de extinción campanas de cocina automático. Y porque las autoridades, muchas veces, no exigen lo que deberían.

    Y es que aquí no hay “en el mundo de la seguridad contra incendios” ni “en el contexto de la prevención urbana”. No. Aquí hay vida real, cocinas reales, errores reales. Y también consecuencias reales.

    Hacia una cultura de la prevención real

    Debemos cambiar el chip. Entender que un incendio doméstico puede escalar en segundos, que los materiales actuales arden más rápido, que el humo mata antes que las llamas, y que la única forma de evitarlo es actuar antes de que suceda.

    La instalación de un sistema de extinción de incendios en campanas extractoras debe ser obligatoria en comunidades de vecinos, en viviendas de alquiler turístico, en locales de hostelería y en cualquier cocina que prepare más de un café con leche al día.

    No puede ser que esperemos a que ocurra algo para actuar. No puede ser que la suerte siga siendo nuestra única protección.

    Entre el olvido y la acción hay una campana que decide el futuro

    Una sartén olvidada. Un humo que invade. Un edificio que aguanta la respiración. Y al otro lado, un sistema que no existía, que no se activó porque nunca fue instalado.

    Hoy hemos tenido suerte. Mañana, quién sabe. Lo único cierto es que, sin prevención, el próximo titular no hablará de humo, sino de llamas. Y entonces, ya será demasiado tarde para instalar nada.



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