Hoy en día nadie duda el hecho de que el aprendizaje es ubicuo y que puede producirse en cualquier lugar y circunstancia. El hecho de no circunscribir dicho aprendizaje a un entorno meramente escolar es ya un avance pero, si además, a este contexto escolar se le da toda una vuelta de tuerca y se transforman los espacios existentes en otros flexibles, transparentes y totalmente moldeables, al servicio de unas metodologías activas concretas, ya estamos dando pasos de gigante.
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Y es precisamente esto lo que puede llamar inicialmente la atención cuando se visita el Colegio Montserrat, donde la transparencia de las paredes y la versatilidad de los espacios son reflejo de las metodologías activas que articulan todo el proyecto educativo del centro, con el objeto de generar un sistema de aprendizaje global sostenible que se traduzca a un servicio transformador de la sociedad.
En esa línea, cabe destacar que nos encontramos en un contexto de aprendizaje en el que se apuesta por la personalización del mismo, mediante la enseñanza en equipo de varios docentes en el aula, que sirven de guía a todo el alumnado. Al mismo tiempo, se percibe una gran autonomía por parte del alumnado, responsable de gestionar su tiempo y trabajo en grupo para el desarrollo de una determinada tarea.
Pero, sin duda alguna, el aspecto más reseñable y que más permea es el de la cultura de centro tan palpable que se percibe. Existe un hilo conductor coherente que se articula desde la etapa infantil hasta bachillerato, que, por un lado, refuerza la línea estratégica adoptada por el centro, y por otro, supone un punto de referencia de la eficacia de la misma. Os dejamos con los protagonistas: